Después de haber vivido cuarenta días de desierto cuaresmal, con Jesús y muchas veces experimentando la sed, el cansancio, la tentación, querer volver hacia atrás.
Hoy, estamos empezando a llegar a buen puerto, con Cristo hemos atravesado el gran pórtico de la Semana Santa, celebrando el Domingo de Ramos. Fiesta muy popular, que celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, donde es aclamado por las multitudes, como Rey, como aquel que trae la paz, no solo la que deseaba el mundo Hebreo en los tiempos de Jesús, sino la que deseamos los hombres de todos los tiempos.
Con Jesús nos encaminamos hacia la “Pascua” (paso), estamos presentes en la casa de Lázaro, donde María, hermana de Lázaro, lava los pies de Jesús, un gesto profético de su “sepultura” como lo adelanta Él mismo, frente a las críticas de Júdas y algún otro Apóstol. Más tarde el Señor tiene la delicadeza de invitarnos a la Cena con los suyos, donde somos testigos de los más profundos sentimientos humanos de Jesús, por su primera comunidad, como también con todos nosotros.
Nos habla de su “Hora”, de su “Glorificación”, en definitiva la “hora” de la Cruz, vemos en los Evangelios, como en estas horas, las muestras de amor, de delicadeza, para con nosotros en la persona de los Discípulos se multiplican, al contrario, partiendo por quien sabía que lo iba a traicionar, ofreciéndole, un gesto de amor y de predilección, como fue darle un pedazo de pan untado de su mismo plato, lavar los pies para darnos ejemplo, cómo debemos vivir, los que queremos ser su discípulos, significando que el servicio ante todo, que brota del amor, que lleva a estar siempre al servicio de los demás, incluso si es necesario “dar la vida por los otros”, nos lleva a entrar con esas actitudes a vivir estos días de Semana Santa.
Esas actitudes son las que vemos reflejadas en la “escuela de la Virgen María”, que se puso siempre a disposición del plan de salvación de todos los hombres. Estos días que viviremos junto a Jesús, el participar donde nos encontremos, de las diversas celebraciones, poniendo especial atención a las oraciones, la Palabra de Dios, o personalmente leyendo en oración los distintos relatos de la Pasión que nos ofrecen los diferentes evangelistas, los gestos de la misma liturgia, nos llevaran a entrar, con más fuerzas en los Misterios Salvadores de Cristo.
Los acontecimientos que viviremos los próximos días, son el Centro de nuestra Fe y nuestra Vida Cristiana, no son solo acontecimientos del “pasado”, sino son los MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO, vividos en el “HOY” de nuestras vidas y de la humanidad. Porque hoy Cristo, los sigue viviendo en el “HOY” del acontecer de la Historia de Salvación, vividos, en cada mujer y hombre, que encontramos en nuestro camino, y como Él, debemos ser aquellas y aquellos, Samaritanos, que consuelan, que vendan las heridas derramando el aceite del AMOR, con el cual Jesucristo, ha sanado las nuestras y con su Sangre, lavado nuestras vestiduras manchadas por el pecado, por nuestras debilidades y sufrimientos.
Pero no debemos olvidar que en este Misterio de dolor y de la Cruz, está la fuente de nuestra alegría, como nos recordaba el Papa Francisco el domingo, recién pasado.
No podemos construir nuestra vida sin la CRUZ, ella es el árbol de la Vida y fuente de nuestra alegría, sino construimos sobre la CRUZ GLORIFICADA, la CRUZ GLORIOSA, la CRUZ TRANFIGURADA, estaremos construyendo sobre “arena y no sobre ROCA…”. Por eso el Viernes, celebramos con vestiduras “ROJAS” y no con vestiduras, “moradas o negras”, porque Celebramos a un MARTIR y no a un difunto, quedando en la confianza del cumplimiento de la GRAN PROMESA, “al tercer día resucitaré…”
Esta es la gran Esperanza, que el que estaba muerto, está vivo, y desde este momento Aquel que Reinaba desde la Cruz, HOY, reina en medio de nosotros, VIVO, con sus llagas iluminadas, transfiguradas, para que nosotros también aprendamos que ese es el camino de nuestro REINADO, que estamos también llamados a reinar, incluso desde nuestro dolor, sufrimiento, debilidad, si lo seguimos a Él con todas sus consecuencias, aprenderemos también lo que es reinar, no al estilo que nos ofrece el mundo corrupción, mentira, engaño, muertes, guerras, difamación, estrategias económicas, que solo llevan a la esclavitud, deshumanización, hacer de los demás esclavos nuestros, productos desechables, humillaciones, egoísmos, pecados.
Por eso la Celebración de la Vigila Pascual, es experimentar el rescate, de esos reinados efímeros, pasajeros y celebrar nuestra propia PASCUA, que nos vuelve a CORONAR, con aquella corona que no se marchita, que nada ni nadie, nos puede quitar, porque es la CORONA de los HIJOS en el HIJO el Gran Rey, a quien el PADRE, ha coronado Resucitándolo de la Muerte y en Él a todos nosotros.
Por eso atendamos al consejo que nos daba San Pablo al iniciar con la Cuaresma el Camino hacia la Pascua: “…no echéis, la gracia en saco roto,…este es el día de la Salvación…”. La respuesta está en cada uno de nosotros, en esta nueva Pascua del Año del Señor 2013, Año de la Fe, que el Señor nos regala, es una nueva oportunidad, que nos da para tomarla en serio y no perder nuevamente esta oportunidad y decidirnos, si seguimos a un muerto o Aquel que es el único que nos da la verdadera Vida.
FELIZ PASCUA DEL AÑO DEL SEÑOR 2013,
les desea Monseñor Pedro Narbona B.